lunes, 23 de junio de 2008

Sospechas en Notre Dame de Paris.

Alguien que andaba a mi lado, me dio algo como un "pellizco" para despertar, me alumbro en las geometrias que hay en notre dame de Paris, sitio que no solo me parece curioso, sino que me despierta al entrar, al salir y al pasar, tengo el privilegio de poder pasar cuando quiero, y no hay paso que no me detenga a verla, observarla, meditarla.

Espero un dia poder diseñar un ritual y hacerlo alli, en este punto astronimico y capital de la ciudad de Paris.

Basta del comentario de niña de 15, curiosa que es la geometria mistica!!!

o tiene esto otro nombre?






Him-Maurizio Cattelam.Centre Pompidou.

Asalto al museo pompidou, si vemos el rostro del nino que està alli arrodillado nos encontramos nada màs y nada menos que con el senor Adolphe Hitler.








Expocition-Louise Bourgeois.

jueves, 5 de junio de 2008

Intensidad elaborada o simetria de herencia.

He dicho, verbalmente (como unico documento), acerca de sentir
la provocacion que hay entre un objeto convertido en obra
puedo mencionar un Duchamp? eso que sobrepasa màs allà, mismo de nuestros sueños, por decir algo actual, o emboga, sea igual....

Ayer, abrazado, a parte de mi
eternicé un instante... Entonces hago cita a la intencidad o hice cita a la intencidad, el asunto no es tratar de decirlo en pasado en presente o en futuro, es en lo màs oculto nuestro donde se abre la conciencia de estas... direcciones? se puede llamar direcciones a estos, tiempos?, no estoy aqui para filosofar, sentir es sentir, parece que la vida es màs fàcil de lo que parece, que un gramo de coca puede ser un gramo de coca, que el grano de arroz, màs necesario aun, no es màs que un grano de arroz, o peor aun que un vaso es solo un vaso, asumir el vaso solamente como vaso describirlo como lei en algun momento puede ser periodismo, hablar de el puede ser solo vaguear el tema, escribir sobre el vaso es hacer un fracaso màs, el ultimo de los fracasos, creo...

Señores,

Si, Señores, las direcciones y los espacios que menciona Borges de los Hindu, de sus "exageraciones", yo le llamaria extrañesas, auqnue he colocado "mi cuero" al filo de una hojilla por tratar de correjir a Borges, es de estos autores que no se corrijen, pero mira, lo he hecho y no pasa nada, puedo decir que este hombre, este alumbrado, este iluminado, este ser, ser hermoso, ha dado llaves y cerraduras, duras y fàciles para tambien salvarnos, por que no faltar a él, si mismo él lo anuncia?

Hoy, Carlos Sànchez, no deja nada escrito, el aporte es la vida, el aporte es ser, estar, concebir, regresar, reposar, continuar.

Descarnarse

ascender

Descarnarse

Concebir

Descarnarse

Estar a salvo

Descarnarse

Estar bien

Descarnarse

conseguir

Descarnarse

Seguir

Descarnarse

Rogar

Descarnarse

Suplicar

Descarnarse

Hacer

Descarnarse

Crear

Descarnarse

Rezar

Descarnarse

Escuchar

Descarnarse

Escuchar

Descarnarse

Escuchar

DESCARNARSE

ESCUCHAR

DESCARNARSE

ESCUCHAR

DESCARNARSE

ESCUCHAR

DESCARNARSE

E S C U C H A R

DDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD
EEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
CCCCCCCCCCCCCCCCCCCCCCCC
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
RRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR
NNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNN
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
RRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
EEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE

E S C U C H A R.

Atender.

martes, 3 de junio de 2008

FILIPE TRINDADE-Moda. Portugal.






Sobre Filipe, son muchas y pocas las cosas que tendria que decir, su aporte a mi, ha sido un poco de discrecion, al momento de vestir, es ahi donde reside la verdadera moda? esas discuciones las dejo para los antojados de la materia, sin pasarla de alto cuando del tema se trata.

Filipe se vino a Paris, lo conoci en esos sitios que no hay que nombrar y sus primeras palabras fueron, "que idioma hablas?" no recuerdo en que idioma me lo pudo haber dicho, màs pudo ser en inglés o Francés, en la gloriosa Paris... Creo que Filipe me no estaria contento de comentarlo de modo personal, debemos saber el verbo tiene sus dos polos, es eso lo que lo hace verbo. Lo cierto es que se vino a Paris no buscando oportunidades sino aprovechar la que ya tenia, vi su trabajo en un desfile de Filipe Oliveira Baptista en el que el chamo se destaco, he visto como se mueve el mundo de la moda por él y otras personas, pero es Filipe el màs cercano, habla muy bien el español, y me ha mostrado una cantidad de revistas donde sale su trabajo, no puedo nombrar ninguna, prefiero luego encontrar màs de su trabajo. Descubri una flor de plàstico sobre su cama, él lo describe como algo muy "Almodôvar" pues bien, le obsequié un catàlogo de muertos y sigue viviendo aqui con muchisimo trabajo, como muchos otros de los venecedores... Esto es solo asunto de trapos.

Pues bien el portugués se las trae, estoy seguro que este verano 2.008 llegarà con un nuevo tatuaje, me da miedo, cada vacaciones llega con uno nuevo... En fin, solo puedo dejar una foto suya y una foto como referencia, pronto conseguiria un material propio sobre el chico.

domingo, 4 de mayo de 2008

LOS ESPEJOS POR DENTRO-Raquel Martin Gomez.

Espero no sea tan disparatado esto que acabo de hacer, mientras aprovechenlo quienes a tiempo lo vean....








hola‏
De : Raquel Martín Gómez (tierradeambar@hotmail.com)
Envoyé : sam. 07/08/04 12:08
À : carlosperformance@hotmail.com


Hola Carlos te adjunto mis dos poemarios editados y despues te enviaré otras cosas que estoy revisando con calma, me refiero a poemas que tengo sueltos de otras epocas que no han visto la luz aun o que no estan recopilados en algun poemario real. Me alegra saber que estas bien y que estas en casa de Sarmiento y que lees El Nombre de la Rosa, mi hermano Jaime estuvo en la Abadia que Umberto eco menciona en el libro y que ahora no recuerdo, por supuesto que la abadia se destruyó y sobre ella hicieron otra preciosa tambien muy antigua ahora pero que conserva muros y espacios de la vieja. A ver si me envia las fotos que es muy despistado y nunca lo hace. Al final no concretaste nada de tu famoso folleto porque no elegiste los poemas que iban en el, en fin ya me contarás. Dale mis saludos a Enmanuel a Sarmiento y a "todos los que me conocen". Estoy bien gracias a Dios, mi hermana Mari llega mañana a pasar unos dias por aqui de vacaciones. No se nada de Hj está desaparecido aunque ya lo he visto en fotos en una web de rumbas en 8 y medio que tal? Os tengo pilados a todos.

Un besote muy grande cuidate.










Te recuerdo frente al espejo del cuarto
donde todas las noches
tu cuerpo se desnudaba
para vestir esa camisa
que ahora llevo entre mis cosas
como algo increíblemente
amado y vergonzoso

Eduardo Zambrano Colmenares







1

huelo a ti
a descorrer cortinas
y a sándalo
huelo a la sinuosa arruga
de tu vientre
avanzando hacia lo desconocido.









2

quisiera amarte de lado
en un calidoscopio
bajo un cristal
a la intemperie
amarte entre bóvedas
y aproximaciones cálidas.








3

yo avanzaba como un pez
a través de las rosas de agua
una tarde
cuando el viento
no era más que un susurro.


















4

me alimentas
con la palma de tu mano
surgida de un día lluvioso
abajo sigue igual
el croquis de tu cuerpo
borrado descuidadamente
en un lecho.


















5

prefiero la lluvia
y tu rostro detrás de la cortina de humo
Incendiándose
dos corceles negros
en la espuma de un manantial
la taza de té
que con vehemencia apuras.



























6

quemo como flores extrañas
que guardan su aroma
para mejores ocasiones.



















7

estoy perdida entre tus manos
perdida inevitablemente
entre tu dirección
y las huellas dactilares
que dejaste sobre mi frente


























8
tu olor
es el aroma
de todos los hombres
despertando a la noche
ebrios de locura y soledad
con el vino revuelto
en los abrigos
dispuestos a sumergirse
en un canto de sirena.























9

acuéstate
lame las heridas
haz crujir la noche.

























10

es imposible sudar
salir del baño
sangrar por la herida
pensar
y volver a decir
que la soledad
hunde mi cabeza
en el cascabel de un sombrero.
















11

unto mis senos
con aceite dulce
y salgo a la calle
a caminar mi olor
en el dolor
de un solo nombre




















12

la tarde tiembla entre mis dedos
que juegan a saber
del contraste de mi piel
y el color de las sandalias.


















13

digo lunes
y es como el círculo del sol
reptando en la llanura
de tu frente cicatrizada.

















14

derramo el agua
sobre las hojas
y el humo asciende en espiral
hasta la sombra de tus pestañas
que es como descansar
a un lado sin verterse.



























15

dibujo con mi dedo
las palmas amarillas de tus manos
los ojos de pez
que se escurren en mi boca
cuando hacemos el amor
en uno de esos hoteles
a los que no regresamos nunca.

































16

ardo a fuego lento
en la piel prestada de una jirafa
digo mis frases al desnudo
sin rienda
ni luna
sin levantar la menor sospecha.



































17

solía bailar en el fango
o en los rincones
pero nunca dejaba de mirar
la lluvia de cometas
que abandonaban la tarde
sujetos a un hilo invisible
que desaparecía rápido de la mano.




























18

comer de la mano
con la marca en el seno
fruta de tu boca.






























19

era como una uva
en el vientre plano
intentando llegar
al ombligo
que no era muy redondo y perfecto.









































20

el llegó
dejando la marca en el hombro
olvidó la serpiente
enredada en mis tobillos
humedeciendo
la lengua en el espejo.









































21

en el extremo de tu ojo
hay otro
que no mira
pero si vigila
los largos silencios que encierra mi boca
y descubro
la mañana
como una fotografía abierta
y caliente
entre mis dedos.

































22

guardo la tinta invisible
de una carta
que envié el año pasado
ignorando que tal vez
te mudaste cerca del mar
donde no llega el dolor
ni existen bordes.




































23

te vi
preparando café
mientras la tarde
era lamida por los gatos.























24

aún si es otra mentira
voy a soplar
en la ventana
tu nombre.























25

el tiempo
es corto
y suena
a canción
que nunca escucho


















26

descalza
atenta
a mi pie desnudo
convertido en losa.



















27

esta noche
es el espejismo
de un barco
que no naufraga
en el jadeo de una persiana






























28

la palabra
es solo una ola
el grano que se escurre
en un reloj
de arena.



























29

he soltado mi mano
camina sola
violando el blanco
inmaculado del silencio
ya no oigo
el dolor en mis huesos
rompiéndose entre las sábanas
he salido a la luna
bañándome desnuda en su luz
y la sombra que proyectas
en la esquina
donde te detienes aullando.

























30
vengo de aquel jueves
por la tarde
cuando fui a esperarte al aeropuerto
y vacié el aliento
ante la mirada impaciente
de los pasajeros del vuelo
de las seis.






























31

llueve en mi cuerpo
un racimo de uvas verdes
los botones de mi pecho
se han abierto a la tarde roja
nunca estás
donde más se te siente
nunca duermes
sin abrazar la cintura
que parte en dos un templo de lino blanco.























32

el curso de agua
que has dejado en mi pecho
se derrama
desde un punto imaginario
hasta los pies que pisan
el charco de agua de lluvia
del paraguas roto de Ernesto


























33

el cuerpo manchado con la humedad
de ese otro líquido que danza
se rebaja como una loca invidente
hasta tocar el suelo.






















34

compartirte me sacude de tristeza
aguardo entre las hojas
para defenderte
de los espejos rotos.












































LOS ESPEJOS POR DENTRO






Raquel Martín Gómez

Armando Rojas Guardia-Poesia: Venezuela.

“en esta parte del portico hallàbase esculpido antaño el jeroglifico principal de nuestra pràctica: se tratada del cuervo.”

Fulcanelli, el misterio de las catedrales.


He construido un refugio de condenados a muerte y a violencia pura, le llaman libro verde y es de un poeta, o de un vidente de lo que hierve en los màs invisible de los huesos. De un profeta?, pues bien, me he visto en la plena obligacion no por nadie, sino por mi de transcribir este poema, urgentemente debo hacerlo, acà està:

Antes del poema el siguiente epigrafe:

...creo que no existe nada màs bello, mas profundo, màs atractivo, mas viril y màs perfecto que cristo; y me digo a mi mismo, con celoso amor, que no existe ni puede existir. Màs aun: si alguien me demuestra que cristo està fuera de la verdad , y que esta no se hallaba en él, prefiero quedarme con cristo antes que con la verdad.

Fedor Dostoievsky.

Cuando Mahalia Jackson dice Lord,
reservandole a esa nitida palabra
la nota màs pura de la voz,
yo enseguida lo comprendo: sé que alli,
en la negrura abismal de su garganta,
sangra la unica carne que me importa,
el cuerpo amado hasta dolerme,
mi hijo ajusticiado, hermano ingrimo,
padre a quien enjendra mi ternura,
mi señor que apaleo, ultimo amigo
al filo de la noche, a plena duda,
por debajo del asco y la verguenza
y màs allà del estruendo de la dicha,
por que no hay otro amor, otra respuesta:
apenas sus dos ojos que me otean,
sus oidos que me auscultaban,
ese tacto inasible despertàndome
a la pulpa redonda de mi mismo
cuando nada me importa, escepto El
arrinconado allà desvàn o sótano)
junto al soldado de goma o la muñeca,
payaso en el circo de los locos,
camarada del poeta y de la puta,
príncipe de flores y leprosos,
majestad harapienta, Dios proscrito
a quien unos cuantos, negra tribu,
llamamos con ronquisima dulzura
compañero.

Al leer un poema como este, pienso, lo màs probable es tomar un poco de aire y “continuar”, para seguir?

Este autor de quien siempre quise algo escribir, este autor de quien en una oportunidad pude estrechar su mano y despues sentarnos por 4 cervezas en un café de Mérida y orgulloso de eso estoy, no todos los devotos de sus autores tienen ese permiso, asunto que al mismo Armando ni importa y a veces ni a mi mismo por tanta poesia que me excluye de lo exluido, no para entrar en la minoria puesto que somos muchos, sino para descender del subsuelo, sabiendose cercano al humus. Y dejo este poema:




SIN USO

Pero hoy tengo confianza en la tarea
de decirte precisamente esto,
sin una sola causa
que motive la cita intrascendente
de los ojos y las letras:
apenas teclearte siete lineas
como quien pide el aire o la alegria.




Tengo que dedicarme al santo oficio de seguir leyendo su antologia, tomar un tiempo para perseguirme en estos escritos? Creo el estado cosmico del verbo viene a ser no un criterio, ni una teoria cabalista o mistica, el “ça va” en busqueda de los cabalistas, encontrado por fulcanelli, o esa misma “cuarta dimencion” que el mismo Armando Rojas Guardia menciona.

No me importa que sea hijo de poeta, ni cuantas conferencias halla dado, que bueno nunca dio clases en la universidad ni se deja prostituir pienso a él mismo no le importa, està demostrado, pero es algo que prefiero acallar, para no encender eso que los poetas dicen, este descontento del que hablan como mal politico creo él es una muestra màxima de ese descontento latinoamericano.

Otra cosa, han mencionado a Rojas Guardia como un poeta “gay” u “homosexual”, debo colocar en claro que la poesia no tiene nada que ver con el lecho en la intimidad de la persona? Con su lecho intimo! Pero vienen a ser esas opiniones no màs que otra muetra de las amplias imbecilidades de interpretacion del arte. En todo caso, gracias por intentarlo señores criticos de arte.




Así como a veces desearíamos
que Karl Marx y Arthur Rimbaud
se hubiesen conocido en una mesa
de algún Café de Londres,
mientras en el agua sorda del Támesis
-ahíta de grumos aceitosos
que flotan entre botellas y colillas
y ropa gris de gente ahogada-
espera el Barco Ebrio, ya sin anclas,
a que el fantasma que recorra Europa
suba también, para zarpar
(Karl, vestido con blue jeans marineros
se despide de Engels en el muelle
y Tahúr hace lo propio con Verlaine
-los sueños insolentes hasta ahora enfundados
en la gorra que usó él mismo en la Comuna);
así como, a estas alturas, quisiéramos
que Hegel, apeado del estrado de su cátedra,
hubiese visitado a Hölderlin un día
en su manicomio oculto de la torre
para escuchar cómo el demente
-sin reconocerlo tal vez en su delirio-
le habla de un viejo amigo de Tubinga
con quien, en mitad de una fiesta adolescente,
bailó una mañana, junto a un árbol
por ellos mismos levantado
(“Libertad”, lo llamarían)
tan fieros y felices como niños orinándose,
con el impudor de los puerros, frente al rey
(en la siesta monocorde del verano,
recordando novias suavísimas de Heidelberg,
los dos compañeros se confiesan:
la razón deben pedirle a la locura
su danza irreductible, la inocencia
con que el loco Hiperión, desde su torre,
enseña al profesor de la luz blanca,
la rosa de los vientos del Espíritu,
no termina en el Estado de los Césares,
se burla de las Prusias de los Káiseres);
así querría yo hoy que a William Blake
lo hubiesen dejado predicar un solo día
sobre el púlpito labrado de una iglesia
-la catedral de Westminster, por ejemplo-
en presencia de arzobispos y presbíteros
y de una multitud de feligreses
harta, como todas, de sermones.
Imagino el viento sagrado resonando,
por primera vez, junto a los mármoles,
mientras los cuerpos, desnudados por fin
como a la hora del agua o del amor,
se erizan con el paso del Dios vivo
y tiemblan ante el olor de Cristo el Tigre
devorando las ingles de las almas,
ahora tan intactas, tan ebrias y tan vírgenes
como la de aquel niño canoso viendo ángeles
a la hora en que arde Venus sobre Lambeth
y hasta las prostitutas de Soho profetizan.



He esperado mucho tiempo para tomar la decision de escribir sobre este autor venezolano y universal, es una suerte nuestra lengua materna sea el español y entender estos divinos textos, es una gran suerte ser compatriota de poetas como Armando Rojas Guardia, Rafael Cadenas y dejo de mencionar la lista es enorme, tendria que escribir sobre todos, todos me gustan. La Venezuela de ahora no es la misma que pudo haber visto el autor al llegar de París. Siquiera es el mismo Paris de hoy mayo del 2.008. leer un autor como este en primavera en el parc belleville puede ser religioso.

Nacido en Caracas, 1949. Poeta y ensayista, es autor, entre otros, de los libros de poesía: Del mismo amor ardiendo (1979); Yo supe de la vieja herida (1985); Poemas de Quebrada de la Virgen (1985); Hacia la noche viva (1989); Antologia poética (1993); La nada vigilante (1994) y El esplendor y la espera (2000), El dios de la Intemperie, El Caleidoscopio de Hermes, y recientemente hubo una gran publicacion recuerdo si no bien de una ANTOLOGIA COMPLETA DE ARMANDO ROJAS GUARDIA, agradezco si alguien corrije esta informacion!!!... de la cual no tengo acceso ahora a esa informacion, pero tengo una grave experiencia de Joven, latinoamericano y amante de la poesía: el dia que fui a buscar esa reciente publicacion, pienso fué en el 2.005 un libro enorme de tal vez màs de 400 pàginas recuerdo la publicacion costaba 42.000 Bs. En el Sambil Margarita y fué imposible obtenerlo en ese momento, era mucho dinero para mi, en ese momento hice un brutal esfuerzo por obtener otros libros que hoy aún llevo conmigo como mis libros cabecera. Salía él en la portada brillante, casi glorioso, me senti orgulloso de haber perseguido su trabajo durante años, de haberme sentado una vez, una sola vez en su mesa, gracias a los amigos amantes de la poesía llegué a él, esa no era la verificacion de que se trata de un gran poeta, y espero un dia llevarlo al idioma francés, mientras seguiremos recitando sus poemas ya sea en un café de Paris, en la tumba de Oscar Wilde o mismo en el metro; ya sea por mi o por este grupo de personas que estamos en París persiguiendo eventos de poesía. Siento impotencia por esa urgencia de “los chamos” en perseguir la literatura y no tener acceso a sus amadas obras, no es posible que saquen publicaciones a precios super económicos por el estado como “El Quijote” (que seamos honestos, al venezolano comun eso no le interesa) y dejar pasar de largo autores de fuerza intelectual y de consulta obligatoria, nombrarlos seria una enorme lista.
Sé que muchos me llamaràn equivocado por hacer estas referencias, señores eruditos, no me interesan, reitero mi adagio diario: BIENVENIDOS AL SIGLO XXI.

Tengo urgencia antes de seguir hablando de Armando Rojas Guardia de uno de sus poemas:







VISPERAS

Qué silencio
cuando madura el dia
allà entre los montes
crepitando

Siento entonces tu olor
ya vengo junto a ti, que suenas
como un mediodía,
y hablas y es brillante tu voz
sobre el cansancio, sobre el sol
que se pudre entre la hierba
y sobre tanto amor trabajo juego
que terminan.

Qué alegria
cuando llego
y te doy agua fresca
de todas mis húmedas vasijas
y te miro beberla –con que gusto!-
y saborearla

Suelto las grandes palabras,
Las de oros magnificos,
Las palabras oídas a los hombros solemnes
En el circulo rojo de la gran ceremonia.
Yo la dejo salir,
perderse sobre el césped

A Ti, lo màs liviano de la carga
los pasos de las aves, los dedos
verdes de la hierba, las palabras
que pueden penetrar lo màs humilde
y lo màs ínfimo
Y río, y llegamos a una tierra abrazadora
Me toca un tenso verano
De pronto tu empiezas hablar
En el ardor interminable de los astros.

(a Carlos Pacheco)

Debo hacer referencia a estas últimas líneas del poema, las reitero:

“De pronto tu empiezas hablar
En el ardor interminable de los astros.”

Uuuuf... Recuerdo ese momento Bíblico, LA PENTECOSTES, en que los discipulos de Jesus comienzan hablar en lenguas, y se ilumina su primer chakra, que los artistas han representado en fuego, hablar en lenguas es saber que estuvimos mudos, esto que llamamos “Espiritu Santo” y que tenemos dormido puede ocurrirnos esta descripcion, “de pronto” empezar hablar... ese momento súbito, no en que comenzó hablar el otro, sino que tambien despertamos el oido, estàn esas dos partes, el poeta que escucha o el otro que habla? Qué es eso que ocurre al silencio cuando escuchas? No dejo de preguntarme eso, hay algo que ha de retornar a nosotros, ese estado que extrañamos, que hubo en nuestra juventud o niñez y que consideramos el momento en que estuvimos plenos, pero revisemos bien, la plenitud es HOY o AHORA?






TU

I

Tú y yo
volvamos,
desandemos lo anciosa
y tristemente caminando
volvamos, si,hacia la hora
en que subía un olor
de cosa nueva
hasta nosotros

Vengamos otra vez,
digamos las palabras
que hacían sonar
las cosas a tu lado

Ayúdame a quitar
tanta voz inútil,
tanto gesto ocioso
que te ocultan

II

Yo sé que tú
vibras aquí
entre las hondas
como un presentimiento,
que vibras
vivamente
en el ardor
matutino
del mar calmo.

Yo sé que tú
cantas en todas
esas olas.

Pero no
importa.
Quiero escucharte hoy
hoy
en el silencio
quieto
de la casa
profunda.
Sin luces de mar
roto en las rocas,
sin un solo movimiento
de las cosas.
Sólo Tú
exacto
en la penumbra.











SIMULACRO

Para flotar yo hablo y gesticulo

Falsa maniobra que me salva
del hundimiento cabal, definitivo.

Coso la oquedad entre los gestos,
entrecruzo palabras sobre el fondo
(movimiento plural, ramificado,
disfrazando de adjetivos a lo uniforme).

Estructura del vacío esta osamenta
()Pues cómo otorgar peso al agujero?





Es una làstima que no tenga en mis manos el libro “El Dios de la Intemperie” publicacion de 1.985, recuerdo haber quedado sellado desde aue leí sus primeras hojas “quien eres, tú, palabra y silencio, abrazo perfecto y soledad que aterra...” pero hay una parte semejante a mi inestabilidad, emocional? Hay una misma inestabilidad berval que si la dibujamos quedarian como ondas o líneas quebradas, es ese texto con el que cierra el libro del dios de la intemperie y cierra tambien en la antología poetica de monte àvila.

“El fondo musical que ha acompañado, esta tarde, a una íntima lectura de poesía religiosa del siglo XII, lo constituyó una sesion completa de Jazz, donde el armonio vocal de Mahalia Jackson fraternizó con el vozarrón pastoso de Louise Armstrong, y la trompeta de Jhon Coltrane dio paso triunfal al saxo frío, mercurial, de Stan Getz. Ahora, tan limpio y suave como una llovizna, el piano de Bix Beiderbeck en grabacion de hace 50 años, entona “Niebla”, una pieza que amo mucho (en màs de una depresión ha sido el unico consuelo que he encontrado al lado mío, la única embriaguez que me ha hecho comulgar con la “cuarta dimención”, como dice Pound, “la de la quietud y el poder sobre las fieras”).
No es azarienta la mezcla de poesía religiosa con Jazz, la pasión amorosa por la Divinidad entrelazada como una enredadera con la música de Beiderbeck, el lenguaje mistico cabalgando...”




El mistico delgado joven ha muerto, queda el poeta, el dueño de la palabra, unica criatura capaz de experimentarla, bendicion o condena esta, sueño o pesadilla cielo o infierno catedralicio

El mistico de pulpito, o el hombre de calles, el del caliz o el de la botella de whisky, hombre, perfeccion, padre del Humus, Armando...

Ya no sé como describir a Paris sin sus libros, como asunto personal claro, creo describir a Paris es fàcil, venir a Paris es fàcil, ver a Paris es fàcil, ver la primavera como el amanecer del año aqui junto a sus libros ha sido religioso, desordenado, desorbitante y exagerado, “unico y ultimo”, algo màs? Recordaré cuando no tenga algo para tomar nota.

El que supo de la vieja herida, él unico ser que he sabido partido el espejo “para ver el sol multiplicarse” y su brillo permanece... y quien morirà como poeta...

Como un verdadero mistico.


Adjunto una foto del poeta junto a Raquel Martin, en el ateneo del Tàchira.

Dejenme a sigur Ros, y descanso en Paz.














Hay a quienes nos ocurre somos fieles devotos de la buena musica, hay alguien por ahi siempre me dice a gritos o al oido (si, he sido agredido) que lo bueno es lo que nos gusta, lo bueno es lo que es bueno respondo siempre, y lo bueno es bueno para mi y para todos, no a todos nos gusta la mierda, y muchos practican el scat. Y lo bueno es lo que te hace sacar todo eso que hay y que no sabias que hay por ahi atravesado en el cuerpo o en el alma; hablemos de musica entonces:

Sigur Ros, debo ser honesto, se es un tonto en no haberse conectado con el mundo en no conocer esta banda de altisima categoria, con un nivel que sobrepasa el limite de lo creible, de lo creible y lo increible debo reiterar esta palabra por que no ha habiado revolcon tan fuerte, no para este cuerpo de 26 años, que pisa la tierra y asciende cuando se escucha Sigur Ros.

Sigur viene a ser una de esas bandas que llego q conocer cada 10 años, creo que el cosmos viene a reunir seres como estos cada 30 años, serà que prefiero el numero 30 o cada 33 años, para tener preferencia por el tres, pero si los sumo tendria el numero 6, sono el miedo por ahi? Dejo hipopilla, un tema para salvarse de esta comedia que le llamaron vida.

Islandeses son, jovenes y cargados de una conciencia que ayer discutia con alguien: conciencia que ellos mismos desconocen de saber su altisimo estado no haria nada, estamos seguros... No se cansaria de buscar en el diccionario palabras elevadas para describir el trabajo de los Sigur, seria vulgar de nuevo, debo dar una sola palabra, la unica que hasta ahora me ha hecho describir a dios, pero dios es la creacion, y la creacion viene de la musica, lo sabemos quienes hemos leido el “Silmarillion” de Tolkien, que por lo visto bajo las ventas en librerias estos dias ya no se habla con el mismo permiso de tolkien que hace 5 años, la palabra es inefable, los sigur son una banda inefable. Hoy es 04 de Mayo del 2.008.

Sigur Ros, al igual que pink floyd y Radiohead vienen a ser padres y madres de toda la musica rock y electronica, lo que llamariamos electroacustico? yo le llamaria musica de y para deidades. Unicamente!

Sigur Ros, es esa banda donde no quiero nombrar a ninguno de sus integrantes, es bajo, Sigur Ros es esa banda que se escucha y se siente, no se buscan errores, no los hay, y si los hay, prueban de nuevo su estado sublime, Sigur Ros, no tiene comparacion, es cierto que estoy dando una opinion de una quinceañera, que estoy hablando como si hubiese descubierto el mundo, pero es de urgencia mostrar, por eterna vez este grupo o banda, cualquier nombre que les viene vulgar, amén por esto.

Escuchar sus piezas de principio a fin es detenerse en lo giratorio y la esencia de lo que podriamos entender como la gran cadena, la gran cadena, nacer crecer y morir, comer y defecar, la cadena alimentaria, la cadena que casi atan las manos para detener el cuerpo
supongamos detenemos el cuerpo, lo dejamos pasar hambre, sueño, sed, desesperacion

se deja Sigur Ros, y reposo en Paz....


nos vemos en islandia!

domingo, 20 de abril de 2008

Buddhism, by Jorge Luis Borges.

Is an exceptional writer latinoamerican, is urgent for me to show Jorge Luis Borges with an important subject for the world-self liberation!!!!!

Volta.

this is the vertion in english, the next in spanish.








The subject today will be Buddhism. I’m not going into the long story that began two thousand five hundred years ago in Benares, when a prince of Nepal – Siddharta or Gautama – who had become Buddha, spun the wheel of the law, proclaimed the four noble truths and the eightfold path. I will speak of the essential in this religion, the most prevalent in the world. The elements of Buddhism have been preserved since the fifth century before Christ: that is, since the epoch of Heraclites, of Pythagoras, of Xenon, until our times when Dr. Suzuki expounds it in Japan. The elements are the same. Now the religion is encrusted with mythology, astronomy, strange beliefs, magic, but because the subject is complex, I will limit myself to what the various sects have in common. They may correspond to Hinayana or the small vehicle. Let us first consider the longevity of Buddhism.

This longevity can be explained for historical reasons, but such reasons are fortuitous or, rather, they are debatable, fallible. I think there are two fundamental causes. The first is Buddhism’s tolerance. That strange tolerance does not correspond, as is the case with other religions, to distinct epochs: Buddhism was always tolerant.

It has never had recourse to steel or fire, has never thought that steel or fire were persuasive. When Asoka, emperor of China, became a Buddhist, he didn’t try to impose his new religion on anybody. A good Buddhist can be Lutheran, or Methodist, or Calvinist, or Sintoist, or Taoist, or Catholic; he can be a proselyte to Islam or to Judaism, with complete freedom. But it is not permissible for a Christian, a Jew or a Muslim to be a Buddhist.

Buddhism’s tolerance isn’t a weakness, but belongs to its nature. Buddhism was, above all, what we can call a yoga. What is the word yoga? It is the same word that we use when we say yugo [Spanish for yoke], and which has it origin in the Latin yugu. A yoke, a discipline which a person imposes on himself. Then, if we understand what Buddha preached in that first sermon in the Park of Gazelles in Benares two thousand five hundred years ago, we will have understood Buddhism. Except that it isn’t a question of understanding, it’s a question of feeling it deeply, of feeling it in body and soul; except, also, that Buddhism doesn’t admit the reality of body not of the soul. I will try to explain that.

Furthermore, there is another reason. Buddhism demands much of our faith. This is natural, for every religion is an act of faith. Just as one’s country is an act of faith. What is it, I have often been asked, to be Argentine? To be Argentine is to feel that we are Argentines. What is it to be Buddhist? To be Buddhist is, not to understand, for that can be accomplished in a few minutes, but to feel the four noble truths and the eightfold path. Let’s not go into the twists and turns of the eightfold path, for this number obeys the Hindu habit of dividing and sub-dividing, but into the four noble truths.

There is, furthermore, the legend of Buddha. We may disbelieve this legend. I have a Japanese friend, a Zen Buddhist, with whom I have had long and friendly arguments. I told him that I believed in the historic truth of Buddha. I believed and I believe that two thousand five hundred years ago there was a Nepalese prince called Siddharta or Gautama who became the Buddha, that is, the Awoken, the Lucid One – as opposed to us who are asleep or who are dreaming this long dream which is life. I remember one of Joyce’s phrases: “History is a nightmare from which I want to awake.” Well then, Siddharta, at thirty years of age, awoke and became Buddha.

I argued with that friend who was a Buddhist (I’m not sure that I’m a Christian and am sure that I’m not a Buddhist) and I said to him: “Why not believe in Prince Siddharta, who was born in Kapilovastu five hundred years before the Christian era?” He replied: “Because it’s of no importance; what’s important is to believe in the Doctrine”. He added, I think with more ingenuity than truth, that to believe in the historical existence of Buddha or to be interested in it would be like confusing the study of mathematics with the biography of Pythagoras or Newton. One of the subjects of meditation which the monks in the monasteries of Japan and China practice is to doubt the existence of Buddha. It is one of the doubts they must assume in order to reach the truth.

The other religions demand much more credulity on our part. If we are Christians we must believe that one of the three persons of the Divinity condescended to become a man and was crucified in Judea. If we are Muslims we must believe that there is no other god than God and that Mohammad is his apostle. We can be good Buddhists and deny that Buddha existed. Or, rather, we may think, we must think that our belief in history isn’t important: what is important is to believe in the Doctrine. Nevertheless, the legend of Buddha is so beautiful that we cannot help but refer to it.

The French have paid special attention to the study of the legend of Buddha. Their argument is this: the biography of Buddha is what happened to one man only over a brief span of time. It could have been this way or some other. The legend of Buddha, on the other hand, has illuminated and continues to illuminate millions of people. It is the legend that has inspired countless paintings, sculptures and poems. Buddhism, in addition to being a religion, is a mythology, a cosmology, a metaphysical system, or, rather, a series of metaphysical systems which disagree and are disputable.

The legend of Buddha is illuminating and does not impose itself. In Japan they insist on the non-historicity of Buddha. But not on the Doctrine. The legend begins in heaven. There is someone in heaven who for centuries and centuries, we could literally say for an infinite number of centuries, has been perfecting himself until he understands that in his next incarnation he will be the Buddha.

He chooses the continent on which he is to be born. According to Buddhist cosmogony the world is divided into four triangular continents and in the center is a mountain of gold: Mount Meru. He will be born in the one which corresponds to India. He chooses the century in which he will be born; he chooses the cast, he chooses the mother. Now for the earthly part of the legend. There is a queen, Maya. Maya means illusion. The queen has a dream that runs the risk of seeming outlandish to us, but it isn’t for the Hindus.

Married to King Suddhodana, she dreamed that a white elephant with six tusks, which roamed the mountains of gold, entered into her left side without causing her pain. She awakens; the king convenes his astrologers and they explain to him that the queen will give birth to a son who could be the emperor of the world or who could be the Buddha, the Awakened, the Lucid One, the being destined to save all men. Foreseeably, the king chooses the first destiny: he wants his son to be the emperor of the world.

Let’s go back to the detail about the elephant with six white tusks. Oldemberg reminds us that the elephant in India is a domestic, everyday animal. The color white is always a symbol of innocence. Why six tusks? We must remember (we’ll have to resort to history now and then) that the number six, which for us is arbitrary and somehow uncomfortable (because we prefer three or seven), isn’t in India, where they believe that there are six dimensions in space: up, down, back, forward, right, left. An elephant with six tusks is not a peculiarity for Hindus.

The king summons the magicians and the queen gives birth without pain. A fig tree inclines its branches to help her. The child is born on its feet and takes four steps: to the North, to the South, to the East and to the West, and says with a lion’s voice: “I am the incomparable; this will be my last birth.” Hindus believe in an infinite number of previous births. The prince grows up, he is the best archer, the best horseman, the best swimmer, the best athlete, the best calligrapher, he confounds all the doctors (here we can think of Christ and the doctors). At sixteen years of age he marries.

The father knows – the astrologers told him – that his son runs the risk of being the Buddha, the man who will save all others if he knows four facts, which are: old age, sickness, death and asceticism. He secludes his son in the palace, provides him with a harem. (I won’t mention the number of women because it’s an obvious Hindu exaggeration. But why not say it: they were eighty-four thousand.)

The prince lives a happy life; he doesn’t know that there is suffering in the world, because they hide old age, sickness and death from him. On the predestined day he leaves in his coach through one of the four gates of the rectangular palace. Let’s say the North gate. He covers a distance and sees a being different from all those he had seen till then. He is stooped, wrinkled, has no hair. He can barely walk leaning on a cane. The prince asks who that man is, if it is a man. The coachman answers that he is an old man and that we will all be that man if we go on living.

The prince returns to the palace, perturbed. After six days he leaves again through the South gate. He sees an even stranger man in a ditch, with the paleness of a leper and an emaciated face. He asks who that man is, if it is a man. He is sick, the coachman answers; we will all be that man if we go on living.

The prince, very worried now, returns to the palace. Six days later he leaves again and sees a man who seems to be asleep, but whose color is not of this life. Other men are carrying that man. He asks who he is. The coachman tells him that he is dead and that we will all be that dead man if we live long enough.

The prince is desolate. Three horrible truths have been revealed to him: the truth of old age, the truth of sickness, the truth of death. He leaves a fourth time. He sees an almost naked man whose face is full of serenity. He asks who he is. He is told that he is an ascetic, a man who has renounced everything and has achieved beatitude.

The prince decides to renounce everything; he, who has lived such a rich life. Buddhism believes that asceticism may be advisable, but only after having tasted life. It doesn’t believe that anyone should begin by renouncing anything. It’s necessary to live life to the limit, to the dregs, and then reject it; but not without knowing it.

The prince decides to be the Buddha. At that moment they bring him news: his wife, Jasodhara, has given birth to a son. He exclaims: “a link has been forged.” It is the son who ties him to life. Therefore, they name him Link. Siddharta is in his harem, he sees all those women who are young and beautiful and he sees the horrible old people, the lepers. He goes to his wife’s chamber. She is sleeping. She has the child in her arms. He is about to kiss her, but he knows that if he kisses her he will not be able to separate from her, and he leaves.

He looks for teachers. Here we have a part of the biography which may not be legendary. Why show him as a disciple of teachers who he later abandons? The teachers teach him asceticism, which he practices for a long time. Finally, he lies in the middle of a field, his body is motionless and the gods who see him from the thirty three heavens think he is dead. One of them, the wisest, says: “No, he isn’t dead; he will be the Buddha.” The prince wakes up, runs to a nearby stream, takes some nourishment and sits under the sacred fig tree: the tree of the law, we could say.

A magic interval follows, which is similar to the Gospels: fighting against the devil. The devil is called Mara. We have already seen the word nightmare [in English – trans.], demon of the night. The demon feels that he dominates the world but is now is at risk, so he leaves his palace. The strings of his musical instruments are broken, the water has dried up in the cisterns. He prepares his armies, mounts an elephant which is I don’t know how many meters tall, multiplies his arms, multiplies his weapons and attacks the prince. The prince is sitting at dusk under the tree of knowledge, the tree that was born the same time as he.

The demon and his hordes of tigers, lions, camels, elephants, and monstrous warriors shoot arrows at him. When they reach him they are flowers. They throw mountains of fire at him, which form a canopy over his head. The prince meditates, motionless, with his arms crossed. Perhaps he doesn’t know that they are attacking him. He thinks about life; he is approaching nirvana, salvation. Before sundown the demon has been defeated. A long night of meditation follows; after that night Siddharta is no longer Siddharta. He is the Buddha: he has arrived at nirvana.

He decides to preach the law. He stands up, he is already saved, and wants to save the rest. He preaches his first sermon in the Park of Gazelles in Benares. Then another sermon, about fire, in which he says that everything is burning: souls, bodies, things are on fire. More or les at the same time Heraclitus of Ephesus said that everything is fire.

His law is not that of asceticism, because for Buddha asceticism is an error. Man should not give himself up to carnal life because carnal life is low, ignoble, shameful and painful; he should not practice asceticism either, which is also ignoble and painful. He preaches a middle way – to use theological terminology. He has already attained nirvana and lives forty plus years, which he devotes to preaching. He could have been immortal, but he chooses the moment of his death once he has many disciples.

He dies in a blacksmith’s house. His disciples surround him. They are desperate. What will they do without him? He tells them that he doesn’t exist, that he is a man like them, as unreal and mortal as they are, but that he leaves them his Law. Here we have a great difference with Christ. I think that Christ said to his disciples that if two are together, he will be with them. But Buddha tells them: I leave you my Law. That is, he set in motion the wheel of the law in the first sermon. The history of Buddhism will come later. It has many parts: Lamaism, magic Buddhism, Mahayana or the great vehicle, which follows Hinayana or the little vehicle, Zen Buddhism of Japan.

It seems to me that if there are two Buddhisms that are similar, that are almost identical, they are the one which Buddha preached and the one which is taught now in China and Japan, Zen Buddhism. The rest are mythological incrustations, fables. Some of these fables are interesting. It is known that Buddha could perform miracles, but as was the case with Jesus Christ, he disliked miracles, he disliked performing them. I’ll tell you a story now – of the sandalwood bowl.

A merchant in a city of India has a piece of sandalwood carved in the form of a bowl. He places it at the top of a series of bamboo canes, a kind of very high soaped pole. He says that he’ll give the sandalwood bowl to whoever can reach it. Heretical teachers try in vain. They want to bribe the merchant to say that they reached it. The merchant refuses and one of the Buddha’s minor disciples comes along. His name is not mentioned except in this episode. The disciple rises up in the air, circles the bowl six times, takes the bowl and delivers it to the merchant. When the Buddha hears of it, he expels him from the order for having performed something so trivial.

But the Buddha also performed miracles. For example this, a miracle of courtesy. The Buddha must cross the desert at midday. The gods, from their thirty-three circles, each throws down a parasol to him. The Buddha, not wishing to offend any of the gods, multiplies himself into thirty-three Buddhas, so that each of the gods sees, from above, a Buddha protected by the parasol which he threw him.

Among the deeds of the Buddha, one is illuminating: the parable of the arrow. A man has been wounded in battle and he doesn’t want them to remove the arrow. First he wants to know the name of the archer and what cast he belongs to, the material of the arrow, where the archer was, the length of the arrow. While they are discussing these questions, he dies. “I, however,” says the Buddha, “teach how to pull out the arrow.” What is the arrow? It is the universe. The arrow is the idea of the I, of everything we have stuck in us. The Buddha says that we must not waste time on useless questions. For example: Is the universe finite or infinite? Will the Buddha live after nirvana or not? That is all useless, what is important is that we pull out the arrow. It’s about an exorcism, about a law of salvation.

The Buddha says: “Just as the vast ocean has only one taste, the taste of salt, the taste of the law is the taste of salvation.” The law he teaches is a vast as the sea, but has only one taste: the taste of salvation. Of course those who followed have gotten lost (or perhaps have gained) much in metaphysical disquisitions. That is not the goal of Buddhism. A Buddhist may profess and religion as long as he follows that law. What is important is salvation and the four noble truths: suffering, the origin of suffering, the healing of suffering and the means for healing. At the end is nirvana. The order of the truths doesn’t matter. It has been said that it corresponds to an ancient medical tradition: illness, diagnosis, treatment and cure. The cure, in this case, is nirvana.

Now we come to the hard part. That which our western minds tend to reject: transmigration, which for us is above all a poetic concept. What transmigrates isn’t the soul, because Buddhism denies the soul’s existence, but karma, which is a kind of mental organism that transmigrates infinite times. In the west this idea is associated with various thinkers, above all Pythagoras. Pythagoras recognized the shield with which he fought in the battle of Troy, when he had another name. In Book Ten of The Republic by Plato is the dream of Er. That soldier sees the souls who, before drinking in the River of Forgetting, choose their destiny. Agamemnon chooses to be an eagle, Orpheus a swan and Ulysses – who was once called Nobody – chooses to be the most modest and most unknown of men.

There’s a passage in Empedocles of Agrigenta in which he remembers his past lives: “I was a maiden, I was a branch, I was a deer and I was a mute fish that springs from the sea.” Caesar attributes this doctrine to the Druids. The Celtic poet Taliesi says there is no form in the universe that hasn’t been his: “I have been a chief in battle, I have been a sword in hand, I have been a bridge that crosses sixty rivers, I have been bewitched in the water’s foam, I have been a star, I have been a light, I have been a tree, I have been a word in a book, I have been a book in the beginning.” There’s a poem by Ruben Darío, perhaps his most beautiful, which starts thus: “I was a soldier who slept in the bed / of Cleopatra the queen…”

Transmigration has been an important theme in literature. We also find it in the mystics. Plotin says that passing from one life to another is like sleeping in different beds in different rooms. I think we have all had the sensation of having lived a similar moment in a past life. In a beautiful poem by Dante Gabriel Rossetti, Sudden Light, we read, “I have been here before…” It is directed to a woman whom he has possessed or is going to possess and he tells her: “You have been mine an infinite number of times and will continue being mine infinitely.” This leads us to the doctrine of cycles, which is so close to Buddhism and which St. Augustine refuted in The City of God.

The Hindu doctrine that the universe consists of an infinite number of cycles which are measured in calpas had come to the notice of the Stoics and the Pythagoreans. The calpa transcends man’s imagination. Imagine a wall of iron. It is sixteen miles high and every six hundred years an angel brushes it with a very fine cloth from Benares. When the cloth has worn down the wall which is sixteen miles high, the first day of one of the calpas will have passed and the gods also last as long as the calpas last and then die.

The history of the universe is divided into cycles and in these cycles there are long eclipses during which there is nothing or in which only the words of the Veda remain. Those words are archetypes which serve to create things. La divinity Brahma also dies and is reborn. There is a quite pathetic moment when Brahma is in his palace. He has been reborn after one of the calpas, after one of the eclipses. He walks through the rooms, which are empty. He thinks of other gods. The other gods appear at his command, and they think that Brahma has created them because they were there before.

Let’s pause at this vision of the history of the universe. There is no God in Buddhism; or there could be a God, but it isn’t the essential thing. What is essential is that we believe that our destiny has been predetermined by our karma or karman. If I was to be born in Buenos Aires in 1899, if I was to be blind, if I am to be giving this lecture to you tonight, it is all the result of my previous life. There isn’t a single event in my life which hasn’t been predetermined by my previous life. This is what is called karma. Karma, as I have already said, is like a mental structure, an extremely fine mental structure.

We are weaving and inter-weaving in every moment of our lives. For not only our volitions, our deeds, our semi-dreams, our sleep, our semi-waking are woven: we are perpetually weaving that thing [karma]. When we die another being is born who inherits our karma.

Schopenhauer’s disciple Deussen, who loved Buddhism, relates that he met a blind beggar in India, and took pity on him. The beggar said to him: “If I was born blind, it is because of the faults committed in my previous life; it is just that I am blind.” People accept pain. Gandhi was opposed to building hospitals saying that hospitals and charitable works simply delay the payment of a debt, that one should not help others: if the others suffer they must suffer because it is a fault they must pay and if I help them I am only delaying their payment.

Karma is a cruel law, but it has a curious mathematical consequence: if my present life is determined by my previous one, that previous one was determined by an other; and that other, by an other, and so on without end. That is: the letter z was determined by the y, the y by the x, the x by the w, the w by the v, except that this alphabet has an end but no beginning. Buddhists and Hindus, in general, believe in a real infinity; they believe that to arrive at this moment an infinite time has passed, and that when I say infinite I don’t mean undefined, innumerable, I mean strictly infinite.

Of the six destinies permitted to man (someone can be a demon, can be a plant, can be an animal), the most difficult is to be a human being, and we must take advantage of it in order to save ourselves.

Buddha imagines a tortoise at the bottom of the sea and a bangle that floats. Every six hundred years the tortoise lifts its head out of the water and it would be very seldom that its head enters the bangle. Well, says Buddha, as infrequently as that happens with the tortoise and the bangle is the fact that we are humans. We must take advantage of being humans to reach nirvana.

What is the cause of suffering, the cause of life, if we deny the concept of a God, if there is no personal god who creates the universe? This concept is what Buddha calls Zen. The word Zen may seem strange to us, but we will compare it with other words we know.

Let’s think for example in Schopenhauer’s Will. Schopenhauer conceives of Die Welt als Wille und Vorstellung, The World as Will and Representation [mental picture]. There is a Will which incarnates in each one of us and produces that representation which is the world. We find this in other philosophers by a different name. Bergson speaks of the élan vital; Bernard Shaw of the “life force”, which is the same. But there is a difference: for Bergson and Shaw the élan vital are forces which must prevail, we must continue dreaming the world, creating the world. For Schopenhauer, for gloomy Schopenhauer, and for the Buddha, the world is a dream, we must stop dreaming it and we can achieve this by means of long exercises. At first we have suffering, which is Zen. And Zen produces life and life is, necessarily, misfortune; because what is living? Living is being born, growing old, being ill, dying, along with other evils, among which is a very pathetic one, which for the Buddha is one of the most pathetic: not being with those we love.

We have to renounce passion. Suicide doesn’t help because it’s a passionate act. A person who commits suicide is always in the world of dreams. We must come to understand that the world is an apparition, a dream, that life is a dream. But we must feel this profoundly, achieve it through meditation exercises. In Buddhist monasteries one of the exercises is this: the neophyte has to live every moment of his life completely immersed in it. He must think: “It is now midday, I am now crossing the courtyard, I will now meet the superior,” and at the same moment he must think that midday, the courtyard and the superior are unreal, are as unreal as he and his thoughts. Because Buddhism negates the I.

One of the greatest disillusions is the I. Buddhism agrees on this with Hume, with Schopenhauer and with our Macedonio Fernández. There is no subject, what there is, is a series of mental states. If I say “I think”, I am incurring in error, because I suppose a constant subject and then an act of this subject. This is not so. Hume points out we should not say “I think”, but “it thinks”, like “it’s raining”. When we “it’s raining”, we are not thinking that the rain is carrying out an action; no, something is happening. In the same way, just as we say it’s hot, it’s cold, it’s raining, we must say: it thinks, it suffers, and avoid the subject.

In Buddhist monasteries the neophytes are subjected to a very hard discipline. They can leave the monastery whenever they wish. They don’t even write down their names – María Kodama tells me. The neophyte enters the monastery and is subjected to very hard tasks. He sleeps and after a quarter of an hour they wake him up; he must wash, he must sweep up; if he falls asleep they punish him physically. Thus he must think at all times not of his faults, but of the unreality of everything. He has to perform a continuous exercise of unreality.

We now come to Zen Buddhism and to Bodhidharma. Bodhidharma was the first missionary, in the sixth century. He goes from India to China and meets with an emperor who had promoted Buddhism and enumerates the monasteries and sanctuaries and the number of Buddhist neophytes. Bodhidharma tells him: “All that belongs to the world of illusion; the monasteries and the monks are as unreal as you and I.” Then he meditates and leans against a wall.

The doctrine arrives in Japan and divides into various sects. The most famous is Zen. In Zen a procedure has been discovered to achieve illumination. It is only effective after years of mediation. You arrive abruptly; it is not a series of syllogisms. One must suddenly intuit the truth. The procedure is called satori and consists of an abrupt act, which is beyond logic.

We always think in terms of subject, object, cause, effect, logic, illogic, something and its opposite; we must surpass these categories. According to the Zen doctors, we must arrive at the truth through a brusque intuition, by means of an illogical answer. The neophyte asks the teacher what is Buddha. The teacher answers: “The cypress is the orchard.” A completely illogical answer which can awaken the truth. The neophyte asks why Bodhidharma came from the west. The teacher may reply: “Three pounds of linen.” These words do not involve an allegorical meaning; they are an absurd reply to awaken, suddenly, intuition. It could also be a blow. The disciple may ask something and the teacher answers with a blow. There is a story – of course it must be legendary – about Bodhidharma.

A disciple accompanied Bodhidharma and asked him questions and Bodhidharma never answered. The disciple tried to meditate and after a while he cut off his left arm and came before the teacher as proof that he wanted to be his disciple. He mutilated himself deliberately as proof of his intention. The teacher, not paying attention to the act which, after all, was a physical act, an illusion, said: “What do you want?” The disciple answered: “I have been seeking my mind for a long time, and have not found it.” The teacher summed up: “You haven’t found it because it doesn’t exist.” At that moment the disciple understood the truth, understood that the I doesn’t exist, understood that everything is unreal. Here we have, more or less, the essential in Zen Buddhism.

It’s very difficult to describe a religion, especially one which one doesn’t profess. I think it is important that we don’t conceive of Buddhism as a set of legends, but as a discipline; a discipline which is within our reach and doesn’t demand asceticism of us. It also doesn’t allow us to abandon ourselves to the licenses of carnal life. What it asks of us is meditation, a meditation which isn’t about our faults, about our past life.

One of the themes of Zen Buddhist meditation is to think that our past life was illusory. If I were a Buddhist monk I would think at this moment that I have begun to live now, that the past life of Borges was a dream, that the entire universal history was a dream. By means of intellectual meditation we gradually liberate ourselves from the Zen. Once we understand that the I doesn’t exist, we cannot think that the I can be happy or that it is our duty to make it happy. We achieve a state of calm. This doesn’t mean that nirvana is equivalent to the sensation of thought and a proof of this would be in the legend of the Buddha. The Buddha under the sacred fig tree achieves nirvana and nevertheless continues living and preaching the law for many years.

What does it mean to achieve nirvana? Simply that our acts no longer cast shadows. While we are in this world we are subject to karma. Every one of our acts interweaves that mental structure called karma. When we have achieved nirvana our acts no longer cast shadows, we are free. Saint Augustine said that once we are saved we no longer have reason to think about good or about evil. We will continue doing the good, without thinking about it.

What is nirvana? Much of the attention that Buddhism has aroused in the west is due to this beautiful word. It seems impossible that the word nirvana doesn’t involve something precious. What is nirvana literally? It is extinction, snuffing out. It has been conjectured that when someone achieves nirvana, they are snuffed out. But when they die it is the great nirvana, and then extinction. On the other hand, an Austrian orientalist notes that the Buddha used the physics of his time, and the idea of extinction wasn’t the same as it is now: because it was thought that a flame, upon being snuffed out, doesn’t disappear. It was thought that the flame continued living, that it persisted in a different state, and that nirvana doesn’t necessarily signify extinction. In can be that we continue in a different way. In a way inconceivable for us. In general the metaphors of the mystics are prophetic ones, but those of the Buddhists are different. When they speak of nirvana they don’t speak of the wine of nirvana or the rose of nirvana or the embrace of nirvana. Rather do they compare it to an island. To a firm island in the midst of storms. They compare it to a tall tower; it can also be compared to a garden. It’s something which exists on its own, independent of us.

What I have said today is fragmentary. It would have been absurd for me to have expounded on a doctrine to which I have dedicated many years – and of which I have understood little, really – with a wish to show a museum piece. Buddhism is not a museum piece for me: it is a path to salvation. Not for me, but for millions of people. It is the most widely held religion in the world and I believe that I have treated it with respect when explaining it tonight.

EL BUDISMO-JORGE LUIS BORGES

por Jorge Luis Borges

El tema de hoy será el budismo. No entraré en esa larga historia que empezó hace dos mil quinientos años en Benares, cuando un príncipe de Nepal - Siddharta o Gautama -, que había llegado a ser el Buddha, hizo girar la rueda de la ley, proclamó las cuatro nobles verdades y el óctuple sendero. Hablaré de lo esencial de esa religión, la más difundida del mundo. Los elementos del budismo se han conservado desde el siglo v antes de Cristo: es decir, desde la época de Heráclito, de Pitágoras, de Zenón, hasta nuestro tiempo, cuando el doctor Suzuki la expone en el Japón. Los elementos son los mismos. La religión ahora está incrustada de mitología, de astronomía, de extrañas creencias, de magia, pero ya que el tema es complejo, me limitaré a lo que tienen en común las diversas sectas. Éstas pueden corresponder al Hinayana o el pequeño vehículo. Consideremos ante todo la longevidad del budismo.
Esa longevidad puede explicarse por razones históricas, pero tales razones son fortuitas o, mejor dicho, son discutibles, falibles. Creo que hay dos causas fundamentales. La primera es la tolerancia del budismo. Esa extraña tolerancia no corresponde, como en el caso de otras religiones, a distintas épocas: el budismo siempre fue tolerante.
No ha recurrido nunca al hierro o al fuego, nunca ha pensado que el hierro o el fuego fueran persuasivos. Cuando Asoka, emperador de la India, se hizo budista, no trató de imponer a nadie su nueva religión. Un buen budista puede ser luterano, o metodista, o presbiteriano, o calvinista, o sintoísta, o taoísta, o católico, puede ser prosélito del Islam o de la religión judía, con toda libertad. En cambio, no le está permitido a un cristiano, a un judío, a un musulmán, ser budista.
La tolerancia del budismo no es una debilidad, sino que pertenece a su índole misma. El budismo fue, ante todo, lo que podemos llamar un yoga. ¿Qué es la palabra yoga? Es la misma palabra que usamos cuando decimos yugo y que tiene su origen en el latín yugu.
Un yugo, una disciplina que el hombre se impone. Luego, si comprendemos lo que el Buddha predicó en aquel primer sermón del Parque de las Gacelas de Benares hace dos mil quinientos años, habremos comprendido el budismo. Salvo que no se trata de comprender, se trata de sentido de un modo hondo, de sentido en cuerpo y alma; salvo, también, que el budismo no admite la realidad del cuerpo ni del alma. Trataré de exponerlo.
Además, hay otra razón. El budismo exige mucho de nuestra fe. Es natural, ya que toda religión es un acto de fe. Así como la patria es un acto de fe. ¿Qué es, me he preguntado muchas veces, ser argentino? Ser argentino es sentir que somos argentinos. ¿Qué es ser budista?
Ser budista, es, no comprender, porque eso puede cumplirse en pocos minutos, sentir las cuatro nobles verdades y el óctuple camino.
No entraremos en los vericuetos del óctuple camino, pues esa cifra obedece al hábito hindú de dividir y subdividir, pero si en las cuatro nobles verdades.
Hay, además, la leyenda del Buddha. Podemos descreer de esa leyenda. Tengo un amigo japonés, budista zen, con el cual he mantenido largas y amistosas discusiones. Yo le decía que creía en la verdad histórica del Buddha. Creía, y creo, que hace dos mil quinientos años hubo un príncipe del Nepal llamado Siddharta o Gautama que llegó a ser el Buddha, es decir, el Despierto, el Lúcido -a diferencia de nosotros que estamos dormidos o que estamos soñando ese largo sueño que es la vida -. Recuerdo una frase de Joyce: "La historia es una pesadilla de la que quiero despertarme." Pues bien, Siddharta, a la edad de treinta años, llegó a despertarse y a ser el Buddha.
Con aquel amigo que era budista (yo no estoy seguro de ser cristiano y estoy seguro de no ser budista) yo discutía y le decía: "¿Por qué no creer en el príncipe Siddharta, que nació en Kapilovastu quinientos años antes de la era cristiana?" Él me respondía: "Porque no tiene ninguna importancia; lo importante es creer en la Doctrina". Agregó, creo que con más ingenio que verdad, que creer en la existencia histórica del Buddha o interesarse en ella seria algo así como confundir el estudio de las matemáticas con la biografía de Pitágoras o Newton. Uno de los temas de meditación que tienen los monjes en los monasterios de la China y el Japón, es dudar de la existencia del Buddha. Es una de las dudas que deben imponerse para llegar a la verdad.
Las otras religiones exigen mucho de nuestra credulidad. Si somos cristianos, debemos creer que una de las tres personas de la Divinidad condescendió a ser hombre y fue crucificado en Judea. Si somos musulmanes tenemos que creer que no hay otro dios que Dios y que Muhammad es su apóstol. Podemos ser buenos budistas y negar que el Buddha existió o, mejor dicho, podemos pensar, debemos pensar que no es importante nuestra creencia en lo histórico: lo importante es creer en la Doctrina. Sin embargo, la leyenda del Buddha es tan hermosa que no podemos dejar de referirla.
Los franceses se han dedicado con especial atención al estudio dé la leyenda del Buddha. Su argumento es éste: la biografía del Buddha es lo que le ocurrió a un solo hombre en un breve periodo de tiempo. Puede haber sido de este modo o de tal otro. En cambio, la leyenda del Buddha ha iluminado y sigue iluminando a millones de hombres. La leyenda es la que ha inspirado tantas hermosas pinturas esculturas y poemas. El budismo, además de ser una religión, es una mitología, una cosmología, un sistema metafísico, o, mejor dicho, una serie de sistemas metafísicos, que no se entienden y que discuten entre sí.
La leyenda del Buddha es iluminativa y su creencia no se impone.
En el Japón se insiste en la no historicidad del Buddha. Pero sí en la Doctrina. La leyenda empieza en el cielo. En el cielo hay alguien que durante siglos y siglos, podemos decir literalmente, durante un número infinito de siglos, ha ido perfeccionándose hasta comprender que en la próxima encarnación será el Buddha.
Elige el continente en que ha de nacer. Según la cosmogonía budista el mundo está dividido en cuatro continentes triangulares yen el centro hay una montaña de oro: el monte Meru. Nacerá en el que corresponde a la India. Elige el siglo en que nacerá; elige la casta, elige la madre. Ahora, la parte terrenal de la leyenda. Hay una reina, Maya. Maya significa ilusión. La reina tiene un sueño que corre el albur de parecernos extravagante pero no lo es para los hindúes.
Casada con el rey Suddhodana, soñó que un elefante blanco de seis colmillos, que erraba en las montañas del oro, entró en su costado izquierdo sin causarle dolor. Se despierta; el rey convoca a sus astrólogos y éstos le explican que la reina dará a luz un hijo que podrá ser el emperador del mundo o que podrá ser el Buddha: el Despierto, el Lúcido, el ser destinado a salvar a todos los hombres. Previsiblemente, el rey elige el primer destino: quiere que su hijo sea el emperador del mundo.
Volvamos al detalle del elefante blanco de seis colmillos. Oldemberg hace notar que el elefante de la India es animal doméstico y cotidiano. El color blanco es siempre símbolo de inocencia. ¿Por qué seis colmillos? Tenemos que recordar (habrá que recurrir a la historia alguna vez) que el número seis, que para nosotros es arbitrario y de algún modo incómodo (ya que preferimos el tres o el siete), no lo es en la India, donde se cree que hay seis dimensiones en el espacio: arriba, abajo, atrás, adelante, derecha, izquierda. Un elefante blanco de seis colmillos no es extravagante para los hindúes.
El rey convoca a los magos y la reina da a luz sin dolor. Una higuera inclina sus ramas para ayudarla. El hijo nace de pie y al nacer da cuatro pasos: al Norte, al Sur, al Este y al Oeste, y dice con voz de león: "Soy el incomparable; éste será mi último nacimiento". Los hindúes creen en un número infinito de nacimientos anteriores. El príncipe crece, es el mejor arquero, es el mejor jinete, el mejor nadador, el mejor atleta, el mejor calígrafo, confuta a todos los doctores (aquí podemos pensar en Cristo y los doctores). A los dieciséis años se casa.
El padre sabe - los astrólogos se lo han dicho - que su hijo corre el peligro de ser el Buddha, el hombre que salva a todos los demás si conoce cuatro hechos que son: la vejez, la enfermedad, la muerte y el ascetismo. Recluye a su hijo en un palacio, le suministra un harén, no diré la cifra de mujeres porque corresponde a una exageración hindú evidente. Pero, por qué no decirlo: eran ochenta y cuatro mil.
El príncipe vive una vida feliz; ignora que hay sufrimiento en el mundo, ya que le ocultan la vejez, la enfermedad y la muerte. El día predestinado sale en su carroza por una de las cuatro puertas del palacio rectangular. Digamos, por la puerta del Norte. Recorre un trecho y ve un ser distinto de todos los que ha visto. Está encorvado, arrugado, no tiene pelo. Apenas puede caminar, apoyándose en un bastón. Pregunta quién es ese hombre, si es que es un hombre. El cochero le contesta que es un anciano y que todos seremos ese hombre si seguimos viviendo.
El príncipe vuelve al palacio, perturbado. Al cabo de seis días vuelve a salir por la puerta del Sur. Ve en una zanja a un hombre aún más extraño, con la blancura de la lepra y el rostro demacrado. Pregunta quién es ese hombre, si es que es un hombre. Es un enfermo, le contesta el cochero; todos seremos ese hombre si seguimos viviendo. El príncipe, ya muy inquieto, vuelve al palacio. Seis días más tarde sale nuevamente y ve a un hombre que parece dormido, pero cuyo color no es el de esta vida. A ese hombre lo llevan otros. Pregunta quién es. El cochero le dice que es un muerto y que todos seremos ese muerto si vivimos lo suficiente.
El príncipe está desolado. Tres horribles verdades le han sido reveladas: la verdad de la vejez, la verdad de la enfermedad, la verdad de la muerte. Sale una cuarta vez. Ve a un hombre casi desnudo, cuyo rostro está lleno de serenidad. Pregunta quién es. Le dicen que es un asceta, un hombre que ha renunciado a todo y que ha logrado la beatitud.
El príncipe resuelve abandonar todo; él, que ha llevado una vida tan rica. El budismo cree que el ascetismo puede convenir, pero después de haber probado la vida. No se cree que nadie deba empezar negándose nada. Hay que apurar la vida hasta las heces y luego desengañarse de ella; pero no sin conocimiento de ella.
El príncipe resuelve ser el Buddha. En ese momento le traen una noticia: su mujer, Jasodhara, ha dado a luz un hijo. Exclama: "Un vínculo ha sido forjado." Es el hijo que lo ata a la vida. Por eso le dan el nombre de Vínculo. Siddharta está en su harén, mira a esas mujeres que son jóvenes y bellas y las ve ancianas horribles, leprosas. Va al aposento de su mujer. Está durmiendo. Tiene al niño en los brazos. Está por besarla, pero comprende que si la besa no podrá desprenderse de ella, y se va.
Busca maestros. Aquí tenemos una parte de la biografía que puede no ser legendaria. ¿Por qué mostrarlo discípulo de maestros que después abandonará? Los maestros le enseñan el ascetismo, que él ejerce durante mucho tiempo. Al final está tirado en medio del campo, su cuerpo está inmóvil y los dioses que lo ven desde los treinta y tres cielos, piensan que ha muerto. Uno de ellos, el más sabio, dice:
"No, no ha muerto; será el Buddha". El príncipe se despierta, corre a un arroyo que está cerca, toma un poco de alimento y se sienta bajo la higuera sagrada: el árbol de la ley, podríamos decir.
Sigue un entreacto mágico, que tiene su correspondencia con los Evangelios: es la lucha con el demonio. El demonio se llama Mara.
Ya hemos visto esa palabra nightmare, demonio de la noche. El demonio siente que domina el mundo pero que ahora corre peligro y sale de su palacio. Se han roto las cuerdas de sus instrumentos de música, el agua se ha secado en las cisternas. Apresta sus ejércitos, monota en el elefante que tiene no sé cuántas millas de altura, multiplica sus brazos, multiplica sus armas y ataca al príncipe. El príncipe está sentado al atardecer bajo el árbol del conocimiento, ese árbol que ha nacido al mismo tiempo que él.
El demonio y sus huestes de tigres, leones, camellos, elefantes y guerreros monstruosos le arrojan flechas. Cuando llegan a él, son flores. Le arrojan montañas de fuego, que forman un dosel sobre su cabeza. El príncipe medita inmóvil, con los brazos cruzados. Quizá no sepa que lo están atacando. Piensa en la vida; está llegando al nirvana, a la salvación. Antes de la caída del sol, el demonio ha sido derrotado. Sigue una larga noche de meditación; al cabo de esa noche, Siddharta ya no es Siddharta. Es el Buddha: ha llegado al nirvana.
Resuelve predicar la ley. Se levanta, ya se ha salvado, quiere salvar a los demás. Predica su primer sermón en el Parque de las Gacelas de Benares. Luego otro sermón, el del fuego, en el que dice que todo está ardiendo: almas, cuerpos, cosas están en: fuego. Más o menos por aquella fecha, Heráclito de Éfeso decía que todo es fuego.
Su ley no es la del ascetismo, ya que para el Buddha el ascetismo es un error. El hombre no debe abandonarse a la vida carnal porque la vida carnal es baja, innoble, bochornosa y dolorosa; tampoco al ascetismo, que también es innoble y doloroso. Predica una vía media -para seguir la terminología teológica -, ya ha alcanzado el nirvana y vive cuarenta y tantos años, que dedica a la prédica. Podría haber sido inmortal pero elige el momento de su muerte, cuando ya tiene muchos discípulos.
Muere en casa de un herrero. Sus discípulos lo rodean. Están desesperados. ¿Qué van a hacer sin él? Les dice que él no existe, que es un hombre como ellos, tan irreal y tan mortal como ellos, pero que les deja su Ley. Aquí tenemos una gran diferencia con Cristo. Creo que Jesús les dice a sus discípulos que si dos están reunidos, él será el tercero. En cambio, el Buddha les dice: les dejo mi Ley. Es decir, ha puesto en movimiento la rueda de la ley en el primer sermón. Luego vendrá la historia del budismo. Son muchos los hechos: el lamaísmo, el budismo mágico, el Mahayana o gran vehículo, que sigue al Hinavana o pequeño vehículo, el budismo zen del Japón.
Yo tengo para mí que si hay dos budismos que se parecen, que son casi idénticos, son el que predicó el Buddha y lo que se enseña ahora en la China y el Japón, el budismo zen. Lo demás son incrustaciones mitológicas, fábulas. Algunas de esas fábulas son interesantes. Se sabe que el Buddha podía ejercer milagros, pero al igual que a Jesucristo, le desagradaban los milagros, le desagradaba ejercerlos. Le parece una ostentación vulgar. Hay una historia que contaré: la del bol de sándalo.
Un mercader, en una ciudad de la India, hace tallar un pedazo de sándalo en forma de bol. Lo pone en lo alto de una serie de cañas de bambú, una especie de altísimo palo enjabonado. Dice que dará el bol de sándalo a quien pueda alcanzarlo. Hay maestros heréticos que lo intentan en vano. Quieren sobornar al mercader para que diga que lo han alcanzado. El mercader se niega y llega un discípulo menor del Buddha. Su nombre no se menciona, fuera de ese episodio.
El discípulo se eleva por el aire, vuela seis veces alrededor del bol, lo recoge y se lo entrega al mercader. Cuando el Buddha oye la historia lo hace expulsar de la orden, por haber realizado algo tan baladí.
Pero también el Buddha hizo milagros. Por ejemplo éste, un milagro de cortesía. El Buddha tiene que atravesar un desierto a la hora del mediodía. Los dioses, desde sus treinta y tres cielos, le arrojan una sombrilla cada uno. El Buddha, que no quiere desairar a ninguno de los dioses, se multiplica en treinta y tres Buddhas, de modo que cada uno de los dioses ve, desde arriba, un Buddha protegido por la sombrilla que le ha arrojado.
Entre los hechos del Buddha hay uno iluminativo: la parábola de la flecha. Un hombre ha sido herido en batalla y no quiere que le saquen la flecha. Antes quiere saber el nombre del arquero, a qué casta pertenecía, el material de la flecha, en qué lugar estaba el arquero, qué longitud tiene la flecha. Mientras están discutiendo estas cuestiones, se muere. "En cambio -dice el Buddha-, yo enseño a arrancar la flecha." ¿Qué es la flecha? Es el universo. La flecha es la idea del yo, de todo lo que llevamos clavado. El Buddha dice que no debemos perder tiempo en cuestiones inútiles. Por ejemplo: ¿es finito o infinito el universo? ¿El Buddha vivirá después del nirvana o no? Todo eso es inútil, lo importante es que nos arranquemos la flecha.
Se trata de un exorcismo, de una ley de salvación.
Dice el Buddha: "Así como el vasto océano tiene un solo sabor, el sabor de la sal, el sabor de la leyes el sabor de la salvación". La ley que él enseña es vasta como el mar pero tiene un solo sabor: el sabor de la salvación. Desde luego, los continuadores se han perdido (o han encontrado tal vez mucho) en disquisiciones metafísicas. El fin del budismo no es ése. Un budista puede profesar cualquier religión, siempre que siga esa ley. Lo que importa es la salvación y las cuatro nobles verdades: el sufrimiento, el origen del sufrimiento, la curación del sufrimiento y el medio para llegar a la curación. Al final está el nirvana. El orden de las verdades no importa. Se ha dicho que corresponden a una antigua tradición médica en que se trata del mal, del diagnóstico, del tratamiento y de la cura. La cura, en este caso, es el nirvana.
Ahora llegamos a lo difícil. A lo que nuestras mentes occidentales tienden a rechazar. La transmigración, que para nosotros es un concepto ante todo poético. Lo que transmigra no es el alma, porque el budismo niega la existencia del alma, sino el karma, que es una suerte de organismo mental, que transmigra infinitas veces. En el Occidente esa idea está vinculada a varios pensadores, sobre todo a Pitágoras. Pitágoras reconoció el escudo con el que se había batido en la guerra de Troya, cuando él tenía otro nombre. En el décimo libro de La República de Platón está el sueño de Er. Ese soldado ve las almas que antes de beber en el rio del Olvido, eligen su destino. Agamenón elige ser un águila, Orfeo un cisne y Ulises -que alguna vez se llamó Nadie- elige ser el más modesto y el más desconocido de los hombres. .
Hay un pasaje de Empédocles de Agrigento que recuerda sus vidas anteriores: "Yo fui doncella, yo fui una rama, yo fui un ciervo y fui un mudo pez que surge del mar." César atribuye esa doctrina a los druidas. El poeta celta Taliesi dice que no hay una forma en el universo que no haya sido la suya: "He sido un jefe en la batalla, he sido una espada en la mano, he sido un puente que atraviesa sesenta ríos, estuve hechizado en la espuma del agua, he sido una estrella, he sido una luz, he sido un árbol, he sido una palabra en un libro, he sido un libro en el principio." Hay un poema de Rubén Darío, tal vez el más hermoso de los suyos, que empieza así: "Yo fui un soldado que durmió en el lecho / de Cleopatra la reina..." La transmigración ha sido un gran tema de la literatura. La encontramos, también entre los místicos. Plotino dice que pasar de una vida a otra es como dormir en distintos lechos y en distintas habitaciones. Creo que todos hemos tenido alguna vez la sensación de haber vivido un momento parecido en vidas anteriores. En un hermoso poema de Dante Gabriel Rossetti, "Sudden light", se lee, I have been here before, "Yo estuve aquí". Se dirige a una mujer que ha poseído o que va a poseer y le dice: "Tú ya has sido mía y has sido mía un número infinito de veces y seguirás siendo mía infinitamente." Esto nos lleva a la doctrina de los ciclos, que está tan cerca del budismo, y que San Agustín refutó en La Ciudad de Dios.
Porque a los estoicos y a los pitagóricos les había llegado la noticia de la doctrina hindú: que el universo consta de un número infinito de ciclos que se miden por calpas. La calpa trasciende la imaginación de los hombres. Imaginemos una pared de hierro. Tiene dieciséis millas de alto y cada seiscientos años un ángel la roza. La roza con una tela finísima de Benares. Cuando la tela haya gastado la muralla que tiene dieciséis millas de alto, habrá pasado el primer día de una de las calpas y los dioses también duran lo que duran las calpas y después mueren.
La historia del universo está dividida en ciclos y en esos ciclos hay largos eclipses en los que no hay nada o en los que sólo quedan las palabras del Veda. Esas palabras son arquetipos que sirven para crear las cosas. La divinidad Brahma muere también y renace. Hay un momento bastante patético en el que Brahma se encuentra en su palacio. Ha renacido después de una de esas calpas, después de uno de esos eclipses. Recorre las habitaciones, que están vacías. Piensa en otros dioses. Los otros dioses surgen a su mandato; y creen que el Brahma los ha creado porque estaban ahí antes.
Detengámonos en esta visión de la historia del universo. En el budismo no hay un Dios; o puede haber un Dios pero no es lo esencial. Lo esencial es que creamos que nuestro destino ha sido prefijado por nuestro karma o karman. Si me ha tocado nacer en Buenos Aires en 1899, si me ha tocado ser ciego, si me ha tocado estar pronunciando esta noche esta conferencia ante ustedes, todo esto es obra de mi vida anterior. No hay un solo hecho de mi vida que no haya sido prefijado por mi vida anterior. Eso es lo que se llama el karma. El karma, ya lo he dicho, viene a ser una estructura mental, una finísima estructura mental.
Estamos tejiendo y entretejiendo en cada momento de nuestra vida. Es que tejen, no sólo nuestras voliciones, nuestros actos, nuestros semisueños, nuestro dormir, nuestra semivigilia: perpetuamente estamos tejiendo esa cosa. Cuando morimos, nace otro ser que hereda nuestro karma.
Deussen, discípulo de Schopenhauer, que quiso tanto al budismo, cuenta que se encontró en la India con un mendigo ciego y se compadeció de él. El mendigo le dijo: "Si yo he nacido ciego, ello se debe a las culpas cometidas en mi vida anterior; es justo que yo sea ciego".
La gente acepta el dolor. Gandhi se opone a la fundación de hospitales diciendo que los hospitales y las obras de beneficencia simplemente atrasan el pago de una deuda, que no hay que ayudar a los demás: si los demás sufren deben sufrir puesto que es una culpa que tienen que pagar y si yo los ayudo estoy demorando que paguen esa deuda, El karma es una ley cruel, pero tiene una curiosa consecuencia matemática: si mi vida actual está determinada por mi vida anterior, esa vida anterior estuvo determinada por otra; y ésa, por otra, y así sin fin. Es decir: la letra z estuvo determinada por la y, la y por la x, la x por la v, la v por la u, salvo que ese alfabeto tiene fin pero no tiene principio. Los budistas y los hindúes, en general, creen en un infinito actual; creen que para llegar a este momento ha pasado ya un tiempo infinito, y al decir infinito no quiero decir indefinido, innumerable, quiero decir estrictamente infinito.
De los seis destinos que están permitidos a los hombres (alguien puede ser un demonio, puede ser una planta, puede ser un animal), el más difícil es el de ser hombre, y debemos aprovecharlo para salvarnos.
El Buddha imagina en el fondo del mar una tortuga y una ajorca que flota. Cada seiscientos años, la tortuga saca la cabeza y seria muy raro que la cabeza calzara en la ajorca. Pues bien, dice el Buddha, "tan raro como el hecho de que suceda eso con la tortuga y la ajorca es el hecho de que seamos hombres. Debemos aprovechar el ser hombres para llegar al nirvana".
¿Cuál es la causa del sufrimiento, la causa de la vida, ya que negamos el concepto de un Dios, ya que no hay un dios personal que cree el universo? Ese concepto es lo que Buddha llama la zen. La palabra zen puede parecernos extraña, pero vamos a compararla con otras palabras que conocemos.
Pensemos por ejemplo en la Voluntad de Schopenhauer. Schopenhauer concibe Die Welt als Wille und Vorstellung, El mundo como voluntad y representación. Hay una voluntad que se encarna en cada uno de nosotros y produce esa representación que es el mundo.
Eso lo encontramos en otros filósofos con un nombre distinto. Bergson habla del élan vital, del ímpetu vital; Bernard Shaw, de the life force, la fuerza vital, que es lo mismo. Pero hay una diferencia: para Bergson y para Shaw el élan vital son fuerzas que deben imponerse, debemos seguir soñando el mundo, creando el mundo. Para Schopenhauer, para el sombrío Schopenhauer, y para el Buddha, el mundo es un sueño, debemos dejar de soñarlo y podemos llegar a ello mediante largos ejercicios. Tenemos al principio el sufrimiento, que viene a ser la zen. Y la zen produce la vida y la vida es, forzosamente, desdicha; ya que ¿qué es vivir? Vivir es nacer, envejecer, enfermarse, morir, además de otros males, entre ellos uno muy patético, que para el Buddha es uno de los más patéticos: no estar con quienes queremos.
Tenemos que renunciar a la pasión. El suicidio no sirve porque es acto apasionado. El hombre que se suicida está siempre en el mundo de los sueños. Debemos llegar a comprender que el mundo es una aparición, un sueño, que la vida es sueño. Pero eso debemos sentirlo profundamente, llegar a ello a través de los ejercicios de meditación.
En los monasterios budistas uno de los ejercicios es éste: el neófito tiene que vivir cada momento de su vida viviéndolo plenamente. Debe pensar: "ahora es el mediodía, ahora estoy atravesando el patio, ahora me encontraré con el superior", y al mismo tiempo debe pensar que el mediodía, el patio y el superior son irreales, son tan irreales como él y como sus pensamientos. Porque el budismo niega el yo.
Una de las desilusiones capitales es la del yo. El budismo concuerda así con Hume, con Schopenhauer y con nuestro Macedonia Fernández. No hay un sujeto, lo que hay es una serie de estados mentales. Si digo "yo pienso", estoy incurriendo en un error, porque supongo un sujeto constante y luego una obra de ese sujeto, que es el pensamiento. No es así. Habría que decir, apunta Hume, no "yo pienso", sino "se piensa", como se dice "llueve". Al decir llueve, no pensamos que la lluvia ejerce una acción; no, está sucediendo algo. De igual modo, como se dice hace calor, hace frío, llueve, debemos decir: se piensa, se sufre, y evitar el sujeto.
En los monasterios budistas los neófitos son sometidos a una disciplina muy dura. Pueden abandonar el monasterio en el momento que quieran. Ni siquiera -me dice María Kodama - se anotan los nombres. El neófito entra en el monasterio y lo someten a trabajos muy duros. Duerme y al cabo de un cuarto de hora lo despiertan; tiene que lavar, tiene que barrer; si se duerme lo castigan físicamente. Así, tiene que pensar todo el tiempo, no en sus culpas, sino en la irrealidad de todo. Tiene que hacer un continuo ejercicio de irrealidad.
Llegamos ahora al budismo zen y a Bodhidharma. Bodhidharma fue el primer misionero, en el siglo VI. Bodhidharma se traslada de la India a la China y se encuentra con un emperador que había fomentado el budismo y le enumera monasterios y santuarios y le informa del número de neófitos budistas. Bodhidharma le dice: 'Todo eso pertenece al mundo de la ilusión; los monasterios y los monjes son tan irreales como tú y como yo." Después se va a meditar y se sienta contra una pared.
La doctrina llega al Japón y se ramifica en diversas sectas. La más famosa es la zen. En la zen se ha descubierto un procedimiento para llegar a la iluminación. Sólo sirve después de años de meditación. Se llega bruscamente; no se trata de una serie de silogismos. Uno debe
intuir de pronto la verdad. El procedimiento se llama satori y consiste en un hecho brusco, que está más allá de la lógica.
Nosotros pensamos siempre en términos de sujeto, objeto, causa, efecto, lógico, ilógico, algo y su contrario; tenemos que rebasar esas categorías. Según los doctores de la zen, llegar a la verdad por una intuición brusca, mediante una respuesta ilógica. El neófito pregunta al maestro qué es el Buddha. El maestro le responde: "El ciprés es el huerto." Una contestación del todo ilógica que puede despertar la verdad. El neófito pregunta por qué Bodhidharma vino del Oeste. El maestro puede responder: "Tres libras de lino." Estas palabras no encierran un sentido alegórico; son una respuesta disparatada para despertar, de pronto, la intuición. Puede ser un golpe, también. El discípulo puede preguntar algo y el maestro puede contestar con un golpe. Hay una historia -desde luego tiene que ser legendaria- sobre Bodhidharma.
A Bodhidharma lo acompañaba un discípulo que le hacía preguntas y Bodhidharma nunca contestaba. El discípulo trataba de meditar y al cabo de un tiempo se cortó el brazo izquierdo y se presentó ante el maestro como una prueba de que quería ser su discípulo. Como una prueba de su intención se mutiló deliberadamente. El maestro, sin fijarse en el hecho, que al fin de todo era un hecho físico, un hecho ilusorio, le dijo: "¿Qué quieres?" El discípulo le respondió:
"He estado buscando mi mente durante mucho tiempo y no la he encontrado." El maestro resumió: "No la has encontrado porque no existe." En ese momento el discípulo comprendió la verdad, comprendió que no existe el yo, comprendió que todo es irreal. Aquí tenemos, más o menos, lo esencial del budismo zen.
Es muy difícil exponer una religión, sobre todo una religión que uno no profesa. Creo que lo importante no es que vivamos el budismo como un juego de leyendas, sino como una disciplina; una disciplina que está a nuestro alcance y que no exige de nosotros el ascetismo. Tampoco nos permite abandonarnos a las licencias de la vida carnal. Lo que nos pide es la meditación, una meditación que no tiene que ser sobre nuestras culpas, sobre nuestra vida pasada.
Uno de los temas de meditación del budismo zen es pensar que nuestra vida pasada fue ilusoria. Si yo fuera un monje budista pensaría en este momento que he empezado a vivir ahora, que toda la vida anterior de Borges fue un sueño, que toda la historia universal fue un sueño. Mediante ejercicios de orden intelectual nos iremos liberando de la zen. Una vez que comprendamos que el yo no existe, no pensaremos que el yo puede ser feliz o que nuestro deber es hacerlo feliz.
Llegaremos a un estado de calma. Eso no quiere decir que el nirvana equivalga a la sensación del pensamiento y una prueba de ello estaría en la leyenda del Buddha. El Buddha, bajo la higuera sagrada, llega al nirvana, y, sin embargo, sigue viviendo y predicando la ley durante muchos años.
¿Qué significa llegar al nirvana? Simplemente, que nuestros actos ya no arrojan sombras. Mientras estamos en este mundo estamos sujetos al karma. Cada uno de nuestros actos entreteje esa estructura mental que se llama karma. Cuando hemos llegado al nirvana nuestros actos ya no proyectan sombras, estamos libres. San Agustín dijo que cuando estamos salvados no tenemos por qué pensar en el malo en el bien. Seguiremos obrando el bien, sin pensar en ello.
¿Qué es el nirvana? Buena parte de la atención que ha suscitado el budismo en el Occidente se debe a esta hermosa palabra. Parece imposible que la palabra nirvana no encierre algo precioso. ¿Qué es el nirvana, literalmente? Es extinción, apagamiento. Se ha conjeturado que cuando alguien alcanza el nirvana, se apaga. Pero cuando muere, hay gran nirvana, y entonces, la extinción. Contrariamente, un orientalista austriaco hace notar que el Buddha usaba la física de su época, y la idea de la extinción no era entonces la misma que ahora: porque se pensaba que una llama, al apagarse, no desaparecía.
Se pensaba que la llama seguía viviendo, que perduraba en otro estado, y decir nirvana no significaba forzosamente la extinción. Puede significar que seguimos de otro modo. De un modo inconcebible para nosotros. En general, las metáforas de los místicos son metáforas nunciales, pero las de los budistas son distintas. Cuando se habla del nirvana no se habla del vino del nirvana o de la rosa del nirvana o del abrazo del nirvana. Se lo compara, más bien, con una isla. Con una isla firme en medio de las tormentas. Se lo compara con una alta torre; puede comparárselo con un jardín, también. Es algo que existe por su cuenta, más allá de nosotros.
Lo que he dicho hoy es fragmentario. Hubiera sido absurdo que yo expusiera una doctrina a la cual he dedicado tantos años -y de la que he entendido poco, realmente - con ánimo de mostrar una pieza de museo. Para mí el budismo no es una pieza de museo: es un camino de salvación. No para mí, pero para millones de hombres. Es la religión más difundida del mundo y creo haberla tratado con todo respeto, al exponerla esta noche.

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